La Familia Felgueroso
 

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La Gran Guerra salvó ruinosas explotaciones

Discurso de Cristina Roces Montero en la Feria de Muestras con motivo del 75 aniversario de La Camocha (Publicado en La Nueva España)

Durante los cinco primeros años, sólo Víctor Felgueroso llevó la dirección y administración de las minas, pues, al tratarse de un negocio pequeño, no necesitaba la ayuda de sus hermanos. En dos años, en 1895, había logrado beneficios suficientes como para devolver el capital invertido por su familia. Más aún: el 28 de abril de 1896 compraban las minas de Saús por 140.000 pesetas, que se pagarían a plazos y sin intereses. El primer plazo se pudo pagar con los beneficios de los primeros meses del año. Dos años más tarde, en 1898, la sociedad estaba en disposición de comprar de nuevo: se trataba de las minas Clara Matilde y Benita (que serían el embrión del Grupo Ciaño), adquiridas a la señora viuda de Arias por 12.500 pesetas, y la mina Entralgo, en Laviana, por la que se pagó a los señores Kessler, Laviada y Compañía 60.000 pesetas.
La compra más audaz de esta etapa se efectuó el 19 de febrero de 1899: las minas de La Nueva llevaban abandonadas cuarenta años, y, adquiridas y gestionadas por Víctor, a los cuatro meses (en junio) estaban en producción. «Fueron compradas a los señores don Inocencio Sela, don Policarpo Herrero y don Wenceslao González en la cantidad de 1.000.000 de pesetas, a pagar 100.000 al contado y el resto en doce años, a razón de 75.000 pesetas anuales, con interés de 5 por 100. Además, pagaríamos un canon de 50 céntimos en tonelada, a partir del mes de marzo de 1911». El 23 de marzo de 1899 se constituye la Sociedad Regular Colectiva Felgueroso Hermanos, como continuación de la Sociedad Felgueroso Hermanos. Contaban para empezar con un capital de 250.000 pesetas, que era aproximadamente el beneficio de la explotación desde el año 1896 hasta la fecha de la escritura de constitución de la sociedad.
Se modificó entonces la participación que cada socio había de llevar en lo sucesivo, después de devolver el capital, con arreglo a lo convenido en un principio, quedando esta participación como sigue: Gabino, 10 por ciento; Víctor, 27; Constantino, 25 ; Secundino, 22 ; Adelaida, 8, y Rosario, 8.

El 10 de agosto de 1900, la escritura de propiedad de las minas La Nueva pasaba a ser de los Felgueroso, quedando hipotecadas por la cantidad de 825.000 pesetas. Y, el 29 de agosto, se las vendían a los señores Carlos de Barberá, Ernesto Latast y Gustavo Bord por cuatro millones de pesetas. Por último, el 31 de agosto de 1900 se compró la mina Petróleo a Manuel Ortiz y Hermanos por 30.000 pesetas. Estas minas, y las que habrían de venir, necesitaban de empresarios que supiesen trabajar «a pie de tajo», gente que no quisiera vivir de rentas, sino que supiera mancharse las manos sabiendo muy bien lo que estaba haciendo.

Las minas de Langreo iban a seguir siendo rentables durante muchos años. De hecho, los beneficios que dieron durante los años de la Gran Guerra permitieron a los hermanos Felgueroso mantener en marcha las ruinosas exploraciones que darían lugar a Mina La Camocha. Concretamente, entre los años 1914 y 1918 la Sociedad Felgueroso Hermanos fue la quinta empresa entre los principales productores de hulla, hasta que, al vender en 1920 todas las minas que tenían al sur del río Nora a Duro-Felguera, estas pasarían a engrosar la ya majestuosa producción de dicha empresa. Pero antes de esto, antes de desprenderse de las minas de Langreo, los hermanos Felgueroso habrían de empezar con la epopeya de La Camocha.

Con los beneficios obtenidos con la venta de las minas de La Nueva, al final del siglo XIX, se pudo comenzar el siglo XX la prospección, en los alrededores de Gijón, en busca de una cuenca carbonífera, en contra de la opinión de muchos «expertos».
Los hermanos Felgueroso habían deducido, en base a su conocimiento de la obra del geólogo Guillermo Schultz y de su propia experiencia minera, que, si había carbón en Langreo, probablemente tenía que haberlo también cerca de la costa asturiana. Sus trabajos de investigación les llevaron a iniciar las obras de lo que habría de ser La Camocha entre Vega y San Martín de Huerces. Así, a principios de 1901 solicitaron la concesión de varias pertenencias en el concejo de Gijón a nombre de la Sociedad Regular Colectiva Felgueroso Hermanos. En el mes de noviembre había ya un resultado positivo: las muestras extraídas por la sonda habían llegado a terreno carbonífero a los 160 metros de profundidad. En diciembre, el balance era inmejorable: a 200 y a 234 metros de profundidad se habían cortado tres poderosas capas de carbón de calidad excelente. Pese a las buenas noticias, el sondeo hubo de ser interrumpido primero, y suspendido después, por un fallo mecánico: la cabeza perforadora de la sonda, compuesta por una corona de diamantes, se rompió y quedó enganchada, imposibilitando la prosecución de la profundización hasta que pudieran efectuarse trabajos más concienzudos. Sin embargo, el sondeo había demostrado que existían buenas razones para comenzar a explotar en este punto.
En 1902, como consecuencia de los datos obtenidos, se imponía comenzar las profundizaciones, y el primero de mayo se inició la perforación de un pozo en San Martín de Huerces. El propósito era llegar a la capa de carbón y comenzar, desde allí, la excavación de las galerías transversales. Pero no pudo ser. Los primeros 16 metros se bajaron fácilmente, pero a esta profundidad apareció un manantial de agua de 60 litros por minuto que dificultaba los trabajos. Desde los 38 metros aparecieron nuevos manantiales, empleándose entonces una bomba de vapor que elevaba 500 litros por minuto, lo que resultaba deficiente para el agotamiento, consiguiendo llegar a fin de año a la profundidad de 46 metros. El trabajo de las bombas de extracción (pues en vista de las dificultades se compró otra bomba más), junto con el uso de la campana neumática, permitió llegar hasta los 62 metros, profundidad a la que se sufrían tres atmósferas de presión, que ponían en peligro la vida humana. Fue preciso suspender los trabajos en este pozo en 1904. El 19 de octubre de 1904 moría Gabino, padre de los cinco hermanos Felgueroso, orgulloso de que la sociedad que habían fundado empezara a ser una empresa importante. Abandonado este primer pozo, comenzaron a excavar otro, a un kilómetro hacia el Oeste, pero a los 115 metros volvieron a tropezar con la zona acuífera, y tuvieron que desistir. Se trababa, indudablemente, de un manto freático, y no de una simple corriente de agua subterránea. El pozo primero costó 126.203 pesetas, sin incluir maquinaria, edificios, herramientas y terrenos. El número 2, incluida una galería horizontal más baja que la entrada del pozo, costó 33.362 pesetas. En total, lo invertido hasta fin de este año 1904, incluyendo depósitos para registros, ascendía a 356.554 pesetas. «Ante este inconveniente tan grave, decidieron los prospectores hacer una visita a Francia, Bélgica y Alemania, con objeto de estudiar en qué forma se hacían las profundizaciones en casos análogos. No encontraron los visitantes ningún pozo en el que se registrase caudal tan elevado como en el de La Camocha, y el procedimiento más eficaz entonces, que era el de congelación previa de los terrenos, resultaba muy costoso» a horizontal más baja.

Cristina Roces, profesora de la Universidad de Oviedo, es bisnieta de Constante Felgueroso.



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